Tolerancia a la frustración en la infancia: qué es y cómo desarrollarla

Como seres humanos, todos estamos expuestos a vivir situaciones adversas o que nos generan rechazo. Aprender a desarrollar la tolerancia a la frustración desde la infancia es posible, y en el siguiente artículo te contamos qué significa esto y cómo puedes desarrollarla.

En primer lugar cabe preguntarnos qué entendemos por frustración. Si buscamos en el diccionario, esta se refiere al sentimiento o imposibilidad de satisfacer una necesidad o deseo. 

Cuando hablamos de desarrollar la tolerancia a la frustración en la infancia, nos referimos a la capacidad de, mediante acciones guiadas, poder ayudarles a resolver o enfrentar de manera positiva, los diferentes retos o dificultades que se le presentan en la vida.

Es decir, tener una actitud ante las adversidades, que les permita ser capaces de solucionar conflictos que sean acordes a su edad. Entendiendo que esto es un aprendizaje no solo para la infancia, también para la adolescencia y para la adultez, y que resulta fundamental para que puedan relacionarse o crear vínculos sanos con otras personas.

¿Qué pasa si mi hijo/a no sabe cómo actuar ante la frustración?

Como todas las emociones menos placenteras, si no aprendemos a gestionarlas desde niños y de manera oportuna, podría generarnos inconvenientes en nuestra vida diaria o a la hora de relacionarnos con otras personas.. No está mal sentirnos frustrados, angustiados, tristes o enojados, son emociones totalmente válidas, lo importante será qué hacemos con ellas.

Cuando un niño o niña no desarrolla la tolerancia a la frustración, esto tiene directa implicancia en su comportamiento, como por ejemplo:

  • Son más impacientes e impulsivos.
  • Abandonan las  tareas con facilidad.
  • Tienen poca flexibilidad cognitiva y adaptabilidad.
  • Piden las cosas de manera exigente. 
  • Las molestias suelen terminar en llanto desbordado.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo/a a desarrollar la tolerancia a la frustración?

Antes que nada, es importante entender que existen diversos elementos que influyen directamente en la capacidad de cada niño o niña de desarrollar la tolerancia a la frustración:

  • Ambiente familiar y de cuidados: Si viene de un ambiente de constante permisividad, sobreprotección o autoritario, influirá directamente en su capacidad de resolución de conflictos.
  • Personalidad, carácter y autoconocimiento: Si es un niño o niña al que se le validan sus emociones constantemente, el camino se hará mucho más fácil.

Ahora bien, como padres, madres o cuidadores, jugamos un rol fundamental en esto. Los niños no aprenden a regular sus emociones en solitario, debemos guiarlos y sobre todo enseñarles con nuestro ejemplo.

Aquí compartimos contigo algunas técnicas que te pueden ayudar en el proceso.

  • Las emociones por su nombre: Desde muy chiquitos debemos enseñarles la diferencia entre estar triste, enojado, alegre, sorprendido, y así sucesivamente. Tan sencillo como preguntarle cada mañana ¿cómo te sientes hoy? Hará la diferencia.
  • Amar no significa decir que sí a todo: Es muy tentador complacerlos y decir que sí a todas sus peticiones, pero es importante que entiendan desde temprana edad, que hay cosas que no podrán obtener y que debemos aceptarlo, aunque nos cause frustración, tristeza o enojo. 

Como recomendación, bajar hasta su altura y explicarles el porqué del no, sin que esto signifique cambiar de opinión, es una forma de ser firmes sin perder la amabilidad.

  • Enséñale los beneficios de ser perseverante: Cuéntale  lo importante que es la perseverancia para alcanzar objetivos. Ahora puede ser armar un rompecabezas, pero esa misma lección más adelante puede ser para su vida profesional o sentimental. La perseverancia da sus frutos y mientras antes lo aprendan mejor. 
  • Se puede aprender de una situación frustrante: Ayudarle a contener y gestionar las emociones ante la frustración es el primer paso, el siguiente es preguntarse ¿qué aprendimos de esto?. ¿Cómo podemos afrontarlos la próxima vez?
  • Está bien pedir ayuda: No nos confundamos, enseñarles a desarrollar la tolerancia a la frustración, no significa que no debamos estar atentos a cuando necesiten nuestra ayuda y brindársela de manera oportuna y amable. 
  • Acompañar en la emoción: si el niño o niña se frustra o enoja, es bueno validar su emoción y acompañarlo. Por ejemplo: “entiendo que te enoje que se haya derrumbado la casa que armamos, pero no te preocupes porque juntos podemos hacer una nueva”. 

En conclusión, el camino a desarrollar la tolerancia a la frustración no es fácil, pero tampoco es imposible. Si nos fijamos bien, tiene que ver con ejercer nuestro rol como guías en la crianza desde el respeto, límites claros, saludables y el amor incondicional. Al final, como les mencionaba anteriormente, es nuestro ejemplo el que hará la mayor parte del trabajo.